La Revolución Ciudadana debe replantear su esencia: el ejercicio de una verdadera democracia participativa, eje del Socialismo del Siglo XXI. Rafael Correa utiliza dos discursos excluyentes y, por ende, contradictorios que dan como resultado protestas, como la de los estudiantes en contra del proyecto de la Ley de Educación Superior (ver acá), y el de la Ley de Aguas (por acá). Por un lado, el presidente intenta justificar la aprobación de leyes basándose en que la mayoría de ecuatorianos votó por él, es decir, se sujeta a una democracia electoral. Luego, en otros discursos sufre una contradicción: nos dice que la gente ha votado por una democracia participativa, clave de esta revolución. ¿Cómo puede no percatarse de este doble discurso?
Si el problema fuese de democracia electoral, pues no hubiese problema alguno: votamos por ciertos candidatos, y ellos son los que se encargan de decidir lo que se debe hacer. Si no se está de acuerdo con las acciones que se vayan a tomar, se abren espacios de diálogo. Sin embargo, el problema aquí es que se quiere practicar una democracia participativa, no electoral. Es decir, antes de redactar un proyecto, abrir espacios de debate. Convocar a todos aquellos que quieran aportar a que sumen sus ideas. Aquí la cosa es muy distinta: se contruyen consensos, y en base a estos consesos se procede a armar un proyecto. En una democracia participativa no debería marcarse la terminología mayoría o minoría, sino que se debería dar cabida a todos los puntos de vista por igual. ¿Cómo construir una democracia participativa justificándose en una democracia electoral? No se puede.
¿Me puedes decir quién fue el estúpido que dijo que eran el 2%?
-Usted, señor presidente.
Sacaron 2% en las últimas elecciones y quieren imponer su plan de gobierno (...) Los que ganamos las elecciones [somos los que imponemos la agenda].
Erika Sylva Charvet, en un artículo en el Telégrafo, lo dice muy claro: "Lamentablemente, el Presidente no ha entendido esta diferencia y, con ello, el hecho de que la representatividad de la izquierda rebasa en mucho el porcentaje obtenido en una elección, tema que, por cierto, salió en el diálogo con la CONAIE, en las aclaraciones en torno a la vieja afirmación de Correa de que el “dos por ciento” de apoyo electoral obtenido por los indígenas en alguna elección les resta peso para “imponer su agenda”, y los reclamos de la dirigencia por haber sido “irrespetados”, “tratados como un grupo minoritario” y hasta como “locos”. En realidad, la pertinencia de una agenda de izquierda para el país, no tiene nada que ver con el porcentaje que ésta obtenga en una elección".
El Gobierno debe cambiar su actitud, sus medidas. Si seguimos así -como diría Galeano-, podremos decir que en Ecuador tenemos derecho al eco, no a la voz.